20 noviembre, 2012

Aquellos días de cine y cerveza

Imagino que estoy igual que muchos de vosotros. A medio camino entre el estrés, la ansiedad, la tristeza y el enfado. Lo que vulgarmente se llama "frustración", vaya. Y a pesar de esto soy consciente de que soy muy privilegiada porque hay bastantes más personas de las que me gustaría que tienen menos que yo -y eso que yo tengo poco- y esto no es más que una pataleta por "tonterías".

El otro día me puse nostálgica. Me puse a recordar aquellos días en los que llegaba el fin de semana y siempre podía salir, a donde fuera. ¿Os acordáis de esos días en los que ir al cine era un plan, aunque cada día estaba más caro, plausible? Incluso al principio, cuando una entrada todavía se situaba entre los 3 y 4,5 € (aunque recuerdo el cine a 300 pesetas), yo me pasaba los fines de semana allí metida -siempre que no hubiera bazofia que ver, claro, si no no me veían el pelo-. Eso era hace unos cinco, seis años. Madre mía. Cinco o seis años. Desde hace por lo menos tres, ir al cine se convirtió en un lujo. De ir tres veces al mes pasé a ir tres veces al año, mirando con lupa qué película ver porque no tenía dinero para acudir tanto como me gustaba. Creo que he llegado a pasar más de un año sin pisar un cine. Cuando me enteré de la subida del IVA me concedí los últimos caprichos, entre el cine de verano -más barato- y mi última entrada al cine convencional (después de llevar meses y meses sin aparecer por una sala). Eso fue en agosto, para despedirme. No sé cuándo volveré a pisar un cine, no veo probable que lo haga en mucho tiempo, ¿tal vez nunca más?. Entre la engañifa del 3D, la basura que proyectan y el precio de la entrada, no tengo posibilidad de ir ni motivación. Salvo la nostalgia. Me gustaba la experiencia de ir al cine. Era un espectáculo, joder. Llegar, sentarte frente a esa pantalla que parecía que te iba a comer, que se hiciera el silencio en la sala y verte envuelta en sonidos e imágenes. Me emocionaba, me asustaba o me sentía eufórica. A menudo salía con el corazón en un puño, destrozada o con ganas de comerme el mundo. Y cuando ibas con amigos o familia era triplemente divertido. Elegir la película, sentarte con ellos y luego comentar lo que a cada uno le había parecido. Y luego pasaba el tiempo y un día decías: ¿Te acuerdas cuando fuimos a ver...? Y te reías con esa persona recordando que a ti te pareció bazofia y le dieron un Oscar después a la película por alguna cosa absurda, o que al de delante se le cayeron las palomitas y cuando se encendieron las luces estaba muerto de vergüenza, o que le tuviste que dar a tu amiga un pañuelo porque se le caían los lagrimones, o porque te sentiste identificada con algún personaje, o porque después tenías un subidón de adrenalina, o porque de la tensión se te saltó una lentilla en mitad de la sala -soy un desastre, lo sé- o porque luego te pasaste una semana con la banda sonora en la cabeza tarareándola a todas horas. Tengo muchos buenos recuerdos ligados al cine y ahora a menos que me pase tres meses ahorrando no voy a tener posibilidad de construir nuevos. Y me jode enormemente. Me jode porque ya no es un plan. Y llega un domingo lluvioso y me pregunto: bueno, ¿yo que hacía en estos días para que no me entrara el bajón? Algo que ya no puedo hacer: ir al cine.

No ya sólo el cine, ir a tomar una cerveza con alguien cada día resulta más difícil. Se ha notado muchísimo el IVA en la compra. Con 9 euros yo hacía maravillas. Ahora nueve euros te dan para comprar 3 productos básicos y da las gracias. No es de extrañar que cierren tantos sitios, ahora la cerveza te la tomas en tu casa y cada día incluso esto es más un lujo, porque con ese dinero puedes comprar macarrones para comer, por ejemplo. 

Y luego abres el armario y está lleno de ropa "por si acaso". Jerseys llenos de bolitas, camisetas con agujeros, pantalones con descosidos que no has tirado porque no sabes cuándo vas a poder comprar ropa, de atuendos cochambrosos que normalmente utilizarías para trapo de limpieza pero que ahora guardas con celo "por si acaso" no puedes comprar ropa dentro de un mes o tres. Y como encima la ropa que hacen a día de hoy es una mierda, hecha para que la tires al año en plan obsolescencia programada, cada día te das más cuenta de que te vas quedando en harapos. Y no puedes renovar armario. Y comprar unos malditos calcetines vale casi igual que una entrada al cine, o cuatro cervezas o seis paquetes de pasta. Y haces las cuentas y te compensa más sobrevivir que ir guapa o pasar un rato con los amigos. Nos van arrinconando en nuestras casas, saliendo para lo mínimo imprescindible porque eso es ahorrar en transporte, en cerveza y en vida social. Y si luego te cortan la luz, el agua y al poco te llega una carta del banco echándote de tu casa, normal que la gente se suicide. Primero te vas sintiendo cada vez más solo durante meses a base de recortes, los comedores sociales no dan de sí y de pronto no tienes dinero para no dormir en la calle. Es un drama. Por eso dentro de todo, aún me considero afortunada. Pero ¿hasta cuándo? Unos cuántos recortes más -aunque mi precaria economía no sé hasta qué punto es sostenible en el tiempo tal cual está- y me tendría que replantear seriamente muchas cosas. Como si me compensa vivir en otra ciudad distinta a la de mi familia, o si me compensa seguir estudiando, o si...

Hemos perdido tantas cosas, poco a poco en nuestro día a día, que echas la vista atrás y se te saltan las lágrimas. Mi mente había tenido a bien no echar cuenta de esto y el otro día algunas cosas que he perdido me vinieron de sopetón -he procurado no hacer un buen análisis de la situación por el bien de mi estado anímico-. Y las noticias son un golpe bajo, uno tras otro, varios cada día y así un día y otro y otro... Y con la moral por los suelos sólo puedes tirar hacia delante mirando a quienes te quedan alrededor, lo que te queda alrededor y los buenos recuerdos de aquellos días de cine y cerveza.

1 comentario:

Ehse dijo...

Nos empiezan quitando las pequeñas cosas, vamos agachando la cabeza poco a poco y al final nos vamos convirtiendo en simples máquinas de supervivencia.
El dinero no da la felicidad, pero su ausencia te puede joder muchísimo

Un abrazo!