10 agosto, 2012

La fábrica de hielo


Perdona si hoy despierto un poco melancólica,

si tengo la mirada perdida,

y no me encuentro en las palabras que dictas.

Suena ahora una canción de despedida,

y me identifico con la mujer alcohólica protagonista.

A mí también me gustan los personajes llenos de desgracias.


Voy buscando sin parar

palabras hermosas como perlas de mar,

las colecciono en una cajita de recuerdos

y las saco una a una en los tristes momentos

y me imagino que van dirigidas a mí.

Es suficiente motivo para sonreír.


Tranquilo, no te puedo perder porque no te tengo.

Así es como todo lo he dispuesto

para no tener que poner a nuestra historia un punto y final.

Soy una fábrica de hielo,

a veces puedo ser un buen refresco

pero a veces hielo, hielo...


Así caen los minutos sobre mí,

como cubitos de hielo.

Si te busco a deshoras no es que haya perdido la razón,

es que me duele el corazón y no sé cómo entenderlo.

Mándame besos desde lejos

ahora es todo lo que necesito para ser feliz.


Mañana vestiré falda hasta el tobillo

serán mis labios más rojos que el carmín.

Quiero que me recuerdes así,

como un impoluto angelito que baja del cielo

aunque sepas que yo no bajo, que caí,

que mi sudor es de verdad,

y que detrás de la espalda tengo las manos entrelazadas,

perdidas de barro como un alfarero.


Así soy yo, una mujer muy segura llena de inseguridad,

una niña que duda en qué momento saltar,

una cría que todavía cree en cuentos de hadas,

y desea con el alma que sean de verdad.

Si me equivoco, no me lo tengas en cuenta,

nunca he sabido qué es lo mejor para mí

me basta ir por el mundo y verte reír,

entretenerme con las historias que inventas.


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