Echo de menos el paraguas
para caminar bajo la lluvia
y girar, dando vueltas
bajo el cielo arrancando
la última gota que se prenda
en mi vestido con los labios.
Qué más da, una mañana cualquiera
y la casa se cae a pedazos.
Así son los despertares grises,
sola y desnuda,
tejiendo entre las manos
mis catástrofes cotidianas.
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