13 junio, 2010

El consejo del genio



Me sentí derrotada ante la estática realidad. Miraba a mis ideas desganadas, meciéndose perezosamente entre mis neuronas, mientras yo intentaba inútilmente ponerlas en orden para crear algo con un mínimo de calidad aceptable. Le pregunté al genio:

-¿Cómo voy a escribir, si solo siento vacío?

Y él no me miraba y sonreía, y seguí escribiendo como si estuviera poseído y mi pregunta fuera estúpida. Él llenaba el vacío con frases y párrafos, con giros de argumento, con historias tan cercanas como imposibles.

Entonces el genio levantó la vista y me dijo:

-¿No te das cuenta? Yo también estoy vacío. No siento pesar mientras escribo estas líneas, ni alegría, ni enfado, ni odio. Un mínimo de interés tal vez. Precisamente porque me rodea el vacío más absoluto, soy capaz de llenarlo de historias, de darle sentido a una simple taza de café. No hay que tener una vida excitante para poder escribir algo sorprendente. Una vida rutinaria y un poco deprimente es la mejor ayuda que tiene el artista para ponerse a la obra. Debes aprender a apreciar la belleza del vacío y, a partir de ahí, conmoverte.

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