12 mayo, 2010

El trece es mi número egocéntrico


Te dirán que vas por el camino equivocado

si vas por tu camino.

El día que cumplí diez años me dijeron que era una fecha especial, porque cumplía una década y por fin podía escribir una cifra de dos dígitos en lo referente a mi edad. En parte, pensaba que realmente eso de cumplir años era una tontería, porque de un día para otro no notabas nada raro. Sin embargo, por primera vez en mi vida, tuve miedo al paso del tiempo. Yo iba a cumplir diez años… ¿qué pasaría luego? Era incapaz de concebirme más mayor de lo que era, me daba la sensación de asomarme al abismo cada vez que conjuraba una imagen mental de mi yo con doce años, quince años… veinte años. Tal vez por eso siempre pensé que moriría joven, ya que mi mente no iba más allá de mi cuerpo infantil por aquel entonces.

Hoy, que cumplo veinte años, dos décadas, no hay nadie que me diga que es una fecha especial. Claro, quitando la misma historia de todos mis cumpleaños, que es que cae en día trece, día de mala suerte en muchas partes del mundo; cifra que yo me empeño en lucir orgullosa, porque, la verdad, para algo me empeñé en nacer con tres semanas de retraso precisamente en ese día, a las seis de la tarde. Pero no hay nadie que me diga: Enhorabuena, tienes una década más en tu colección. Y es porque cumplir veinte años es una mierda. Atrás queda la infancia, la adolescencia y con veinte años, lo que tendré que hacer a partir de ahora es tragar. Ya no me queda por delante comprar mi primer sujetador, ni sonrojarme cuando un chico me mire a los ojos por primera vez. Ya no tendré la fogosidad para gritar al mundo sin contemplaciones de forma descarada –y sin razón ninguna, a veces-, ni podré comer helados de chocolate despreocupadamente sin mirar la talla del pantalón -cosa que hacían mis amigas a los doce años, pero que a mí me parecía una soberana gilipollez… y a esa edad, lo era- . Ya no me emocionaré con una canción y me reconoceré en ella, porque me he hecho más compleja. A partir de ahora, mi cuerpo intentará ganarme la batalla, día a día, mientras voy envejeciendo paulatinamente. Lo bueno de cumplir veinte años es que no cumplo ni treinta ni cuarenta ni cincuenta. Pero para qué engañarnos, eso es algo que no durará mucho. Es cuestión de décadas.

Me sigue pasando igual que con diez años. No me veo con treinta. Ni con cuarenta. Aunque ahora sí sé que mis rasgos no cambiarán mucho en diez años porque tengo la fortuna de tener una apariencia obtenida, no se sabe bien por qué conjuro y gracias a la herencia genética, directamente de Nunca Jamás. Y si todo va bien, siempre pareceré más joven que las mujeres de mi edad; ellas, que ahora tanto me echan en cara el tener una apariencia aniñada. Ya me reiré cuando se os caiga el pelo y yo siga con una melena envidiable, un rostro sin arrugas y un cuerpo sin celulitis. Ya me reiré, ya.

Si algo tiene de bueno cumplir veinte años, es que tengo la personalidad más o menos formada. Aún puedo coleccionar libros, películas, correr, llevar minifalda, comerme una piruleta por la calle descaradamente, pintarme las uñas del color que me dé la gana, y el pelo, paralizar a un hombre con una sola mirada, usar perfumes dulzones, escribir gilipolleces como ésta sin que se me tenga mucho en cuenta, ser idealista sin tener que sufrir los reproches de los conformistas, cantar en voz alta, comer palomitas –mirando solo un poquito más por mi línea, pero ya está-, hacerme un tatuaje, tirar todos mis pendientes al desagüe y decir que no los quiero para nada, seguir teniendo ganas de gritarle al mundo –con más cabeza esta vez, eso sí- y seguir pensando que me importan muy pocos en este mundo y que lo que diga el resto, con sus convenciones sociales y su moral de la estupidez, me da igual.

Y lo mejor de todo es que como tengo la personalidad más o menos formada, puedo pronosticar con un margen de error de más menos uno, que éstas previsiones que hago ahora sobre mis veinte años, tampoco es que vayan a cambiar demasiado en las siguientes dos décadas… por ejemplo.


2 comentarios:

Joaquín Artime dijo...

Sólo cabe decir, Felicidades!

Argeseth dijo...

Después de hacerme sentir viejo :D te mando un gran abrazo y beso.