11 mayo, 2010

Arcoiris





Mi color es el blanco.
Las tardes, blancas,
con crepúsculos azul y plata.

Los rayos del sol ya no me queman,
mi piel ya no alimenta las brasas
de la tragicomedia humana.
Yo dejo mis labios, cuero nítidamente pálido,
para que la luna los tome entre sus brazos
y con ellos teja una alhaja que trenzar
entre sus trenzas aladas.

Soy un pájaro que vuela demasiado alto,
pero la maldición de Ícaro no me afecta.
El espinazo tenso,
no decaigo aunque fuerte sople el viento.
Si el llanto me acecha
y quiere oxidar mi alma metálica,
le recuerdo que tengo el corazón de madera.

En un bolsillo guardo el tiempo.
No quiero perder ni un segundo
aunque toque a su fin la primavera.

Ya no me asustan mis fantasmas
aunque extiendan hacia mí sus cadenas.
Les he ganado la partida y,
pasado bajo llave,
los recuerdos guardados
ya no pueden dañarme.

Admiro mi futuro –futuro incierto- y sonrío.
Con el cariño de una rosa
cubierta de rocío, se abre entre mis dedos.

Ya no pido nada a cambio
para resguardarme de la lluvia,
de las densas nubes que amenazan.
Si la oscuridad se cierne,
iluminaré mis días.
Soy un arcoíris de colores,
la esperanza que llevo buscando
y mi color no es el verde.

Mi color es el blanco.

No hay comentarios: