11 abril, 2010

Leonard


Leonard. Un nombre casi lírico para un hombre tan poético. Un nombre delicado, elegante y contundente como el mismo hombre.

Yo admiro a Leonard.

Leonard es el único hombre valiente que conozco. He conocido a muchos cobardes en mi vida y, a veces, yo me he reconocido como una más entre sus filas. Pero Leonard es diferente. Sé apreciar la valentía cuando la veo, precisamente por haber estado entre tanto pusilánime. Aunque he de añadir que la mediocridad de los demás ha superado siempre y con creces mi propia cobardía. Hasta que no observé el mundo, me tenía a mí misma como una persona demasiado envilecida. Pero luego supe de la oscuridad de los hombres y fue cuando reconocí mi propia luz. Pero si yo soy luminosa, Leonard es brillante. Leonard me hace cuestionarme mi propia valentía y me hace afianzarla cada día más.

Yo admiro a Leonard.

Leonard sabe apreciar el alma femenina. Es hombre de una sola mujer, una mujer muy afortunada. Siempre admiré esta cualidad suya, de entender los gráciles movimientos de unos brazos delicados, de estar horas literales viendo a su mujer leyendo un libro o mirar por la ventana, de maravillarse sabiendo que solo ella es capaz de colmarlo tal y como lo hace. Leonard agradece cada día que pasa a su lado. Es lo que le enamora, lo que le excita, lo que le hace sentirse vivo: saberla a ella la única y merecedora testigo de su vida.

Yo admiro a Leonard.

Leonard canta para los pájaros, toca la flauta para sus plantas y alimenta a su gato con Brahms. Lee libros apoyado en el alféizar de la ventana y escucha la radio mientras bebe una copita de orujo. Sabe disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y acumular tonterías lo considera una pérdida de tiempo, esfuerzo y dinero. Leonard, desde luego, no es como los demás.

Leonard, sexagenario de ojos azules y pelo plateado que fuma en pipa y siempre lleva sombrero. Leonard, poeta por afición y músico ocasional que habla con plantas y animales. Leonard, que está tan enamorado de la vida que solo puede compartirla con su mujer. Leonard, que duerme en un colchón en el suelo y hace cocina tailandesa.

Ya no quedan hombres así, por lo que me alegra haber conocido a Leonard. Él es la persona real que hace que el ideal sea tangible por unos instantes en el mundo sensible.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Me gusta cuando escribes así.

Una cosa ¿no es incómodo leer apoyado en el alféizar de la ventana?

Elvira dijo...

Puede ser, pero él lo hace :P Es una forma de estar perdido entre folios sin tener por qué perderse del mundo. ¿Incómodo? Tal vez. Pero él lo quiere todo.