31 enero, 2010

Desmembramiento en palabras



-Dime algo, ¿no? Aunque sea una sola palabra.




Y entonces dijo: Lengua, dientes, encías, barbilla, mandíbula, mejillas, pómulos, ojos, cuencas óseas, cráneo, primera, segunda, tercera, cuarta, quinta vértebra; discos intervertebrales, garganta, cuello, tráquea, pulmones, hombros, pecho, abdomen, brazo, codo, antebrazo, muñeca, falanges, cintura, cadera, muslos, rodillas, piernas, empeine, dedos, planta, talón, tobillos, uñas...




Y conforme lo decía, se iba desintegrando... hasta que terminó de deshacerse del todo.





(Y con ésta, mi entrada número 200, le damos una calurosa patada en el culo a Enero). Gracias.

30 enero, 2010





¿...ojepse la etrarim la setneis et omóc?

La chica de la puerta de al lado


Era su vecina.


El pelo negro, siempre recogido en una metódica trenza, perfume de vainilla, barra de labios rosa como corresponde a toda buena chica, ojos azules límpidos y claros como un lago formado al pie de la montaña.
Lencería blanca.
Era de esperar.


Su vecina es universitaria, se marcha a las seis y media de la mañana de lunes a jueves a la facultad, donaire de chiquilla exótica consciente de que su inocencia y sonrisa generosamente regalada enganchan a cualquiera.
Los viernes sin embargo sale a las doce. Puede espiarla a cada descuido de su esposa a través de la ventana, mientras su vecina paladea una tostada de mermelada de albaricoque y un vaso de leche manchada -pues es bien sabido que las niñas no toman café-.


Su esposa -bien sabe Dios cuánto la quiere- trabaja en el Ayuntamiento. Algún martes o miércoles por la tarde tiene reunión rural del partido político que no ha votado y que le da de comer, y entonces ella coge el Opel granate del garaje y desaparece hasta bien entrada la noche o hasta el día siguiente.


Hoy es una de esas tardes, de esas magníficas tardes en las que su esposa no está. No es que no la eche de menos durante su ausencia, sino que más bien aún sigue vivo dentro de él el fuego de las pasiones no del todo extinto.
Llama a la puerta de al lado y su vecina, complacida, le abre la puerta.


- Voy a hacerte el amor una sola vez -le dice a su vecina- una sola vez. No puedo arriesgarme y que mi esposa sospeche cuando le mienta una y otra vez a razón de haber cometido la imprudencia de merodear por esta casa más veces de lo habitual. Pero esta vez, esta única vez es nuestra.


Y su vecina cierra la puerta tras él y se entregan a la pasión del algodón, a los colores del arco iris, a la espiral eternamente azul.


Su vecina tiene novio, pero éste no suele visitarla con mucha frecuencia. Ella llora a diario, por la noche, cuando nadie la ve y maldice a las parejas que pasan frente a su puerta por que ellas son felices, y ella es novia de un hombre ausente.


Cuando han terminado, le hace prometer a su vecina que nunca le hablará a su esposa de su encuentro furtivo.


-Ahora tendremos un secreto compartido. Jamás volveremos a hacer el amor, pero una única ocasión basta para que sea eterno el recuerdo.


Y él besa a su mujer cuando ésta llega a casa. Le habla como siempre, la trata como siempre y se acuesta con ella, como siempre.


Pero su mujer lee más allá de la rutina, de la costumbre, de las sonrisas vacías. Y aunque el perfume de vainilla es imperceptible en la piel de su marido, puede olerlo a kilómetros de distancia. Nada más abrir la puerta de casa le golpea como un hedor insoportable.


Ella nada dice. Trata de mantener la normalidad a la par de que intenta conseguir por todos los medios, de forma sutil, que su marido se sienta culpable y confiese.
Pero su marido no confiesa y su vida se convierte en un engaño.
Al pasar junto a la puerta de su vecina, la mujer nota un halo que la hace estremecer.


Sin saber a qué impulso inconsciente le hace caso, introduce toda su ropa de color en lejía y no descansa hasta que todas sus prendas se han vuelto blancas.


Ella nota un brillo en los ojos de su marido, la sonrisa cómplice de su vecina cuando ellos, traidores, intercambian una mirada.


Casi no se nota. Casi.


Y la mujer cada vez se pone más enferma. Cada vez le cuesta más olvidar. Cada vez más se desespera.


Y un día, su marido la encuentra ahorcada en la puerta de su dormitorio compartido, y una nota que dice:



Bajo el conocimiento de la traición, toda traición se revela por sí misma. La explicación no pedida: la traición más manifiesta.


Su mujer se ha quitado la vida con un arco iris.


28 enero, 2010

Apariencias


Vestía siempre de corto, con vestidos vaporosos hasta la rodilla y grandes escotes, o minifaldas rojas con minúsculas botitas y tops palabra de honor. Le encantaba beber cerveza en los pubs, matarse por las noches a whisky limpio, fumar toda clase de tabaco que caía en sus manos y juguetear con el humo. Era descarada con los desconocidos y con los conocidos a medias, se acostaba con quien se presentaba ante sus ojos y luego borraba sus números de la agenda y se prometía no volver a verlos nunca más.
Se pintaba unas uñas que se solía morder, acariciaba disimuladamente el móvil como si esperase alguna llamada importante y mientras mantenía una sonrisa impertérrita, le clavaba los ojos a su interlocutor con toda la mala idea que podía.


Pero si se miraba más de cerca, era la misma que cuando llegaba a casa se ponía una camiseta larga y vieja para acurrucarse en el sofá, tenía el frigorífico lleno de zumo y agua sin una sola bebida alcohólica de por medio, carecía de mechero porque solo fumaba fuera de casa y de boca, las fotos de las mesillas eran del perro que había tenido en su infancia y que había muerto atropellado por un coche, la agenda de su móvil solo tenía registrado el número de su madre y el de su hermano y cuando se tiraba en la cama era para escribirle a su amor platónico cartas de amor que él nunca recibiría, porque la triste realidad era que estaba enamorada de un militar que tenía dos o tres amantes francesas y alguna española del sur, ademas de las cuatro prostitutas que visitaba desde su adolescencia; y no sabía leer, el pobre, y aunque supiera, ella sabía que pudiendo tener a toda mujer que quisiera nunca se fijaría en ella, que follaba por puro reflejo y ocasionalmente, por amor.

27 enero, 2010

Día absurdo, tratado con humor



La mañana se ha desvelado radiante al abrir la persiana. Los rayos de luz que entran por la ventana consiguen hasta que mi gato negro se acerque corriendo hacia ella para tomar el sol, comportamiento que no se sabe de qué lagartija ha sacado, pero que mantiene a pesar de todo.


Tengo examen de Psicología Evolutiva, que como ella misma se define: es la psicología que estudia los procesos del desarrollo humano y está relacionada con la edad.
Perfecto.


Llego quince minutos antes de la hora del examen, que comienza a las 17.30. Hay 3 clases habilitadas para que los estudiantes de la asignatura nos examinemos, y ¡oh, sorpresa! todas están llenas. Nos hemos quedado fuera unos ciento y pico estudiantes. Llega la hora del examen y todavía seguimos esperando que nos asignen una clase. Esta situación no es específica de hoy. La Universidad de Sevilla, conocida por sus gracias, (sobretodo por la última de hace unas semanas, que ha sido bastante sonada (pinche aquí)), y en concreto, la facultad de Psicología, tiene una muy mala organización de los espacios habilitados para que sus alumnos puedan examinarse. Parece que no se tiene en cuenta el número de alumnos que se presentan a las pruebas, de modo que siempre hay que retrasar el inicio del examen para que todos los alumnos comiencen al mismo tiempo, ya que hay que abrir nuevas clases donde los alumnos se puedan sentar; o si no, cada grupo de alumnos, depende de la clase que haya ocupado, comienza con su examen a una hora u otra. Eso ya es criterio del profesor (qué vergüenza).


Total, que son las 17.40 y todavía, señoras y señores, no tenemos clase. A las 17.45 aparece una señorita que nos indica que parte del grupo de los ciento y pico puede irse al aula 7, también llamado El Palomar debido a que se encuentra en la parte más alta del edificio. Los que sobran... supongo que se les habrá asignado otra clase. Yo me he quedado con el grupo de El Palomar, una clase triste y pequeña que parece una reconstrucción de una cámara de gas de un campo de concentración.
A las 17.50 aparece el profesor con los exámenes. La señorita que antes nos atendió y nos indicó que ocupáramos El Palomar va a supervisarlo. Nos da una parca explicación sobre el tiempo del que disponemos y a continuación nos reparte el examen.


Cuando he terminado de contestar a las 40 preguntas tipo test de cuatro opciones, de las que si he respondido bien 28 estoy aprobada (sí, ésta es otra gracia: tienes que superar el 75% del examen para que se considere apto), tengo que contestar a una pregunta abierta sobre una situación concreta. Se supone que contestar a esta última pregunta solo sirve si tienes 26 ó 27 bien contestadas en el tipo test para poder aprobarte, en caso de que esté bien.
Empiezo a leer y el caso más o menos es el siguiente:


Ramón, un niño que ha empezado a ir a la guardería tiene serios problemas. Cuando la madre lo deja en el centro, el niño se echa a llorar y no para hasta que la madre no regresa de nuevo a por él. Ramón no se relaciona con ningún niño y no participa en las actividades organizadas. Cuando la profesora intenta consolarlo, la rechaza. Cuesta mucho que Ramón suelte a su madre cuando ésta tiene que dejarlo allí, y solo por la fuerza la madre consigue desengancharse e irse, mientras que Ramón llora y llora hasta que la ve de nuevo. La profesora está preocupada porque el niño no solo no deja de mostrar este comportamiento, sino que además, va a peor.


Pregunta: Analiza la situación e indica los antecedentes que han tenido que darse para que el niño muestre ese comportamiento y la influencia que pueden tener en su futuro.


Cascada de pensamientos que se me suceden en la cabeza una vez leído el caso:


1. ¡Hostia! Este caso seguro que lo comentó el profesor en alguna clase en la que no estuve. ¿Qué hago yo ahora?


2. Uhm... Ese niño seguro que sería un buen músico de instrumentos de viento. Si no para de llorar en todas esas horas, tiene que tener unos jodidos pulmones de acero.


3. Aquí lo que tenemos es el caso del niño-de-mamá. Me puedo imaginar perfectamente que procede de una familia acomodada en la que el padre le compra todos los juguetes que quiere y su madre es una pija repelente que lleva vestido rosa, perlas en las orejas y trabaja de secretaria en alguna parte. Llorar le sirve para conseguir lo que quiere.


4. ¡¡Y seguro que es hijo único!!


5. Cuando la profesora observa que el comportamiento del niño va a peor ¿a qué se refiere? ¿Empieza a tener comportamientos de automutilación? ¿Llora con una intensidad in crescendo, de forma que el llanto empieza con un leve gimoteo y finalmente alcanza unas cotas acústicas tan altas que ni los de Manowar (que tienen el récord de decibelios en sus conciertos) le hacen sombra? ¿Incita a otros niños a llorar con su actitud, de forma que la profesora acaba loca y los niños forman un coro satánico de alaridos? ¿Atrae Ramón con su llanto a los pederastas de la zona y la profesora tiene que poner barricadas a las puertas de la guardería para que no entren?


6. ¡Uy! Se me está yendo la hora.


7. Joder, ¿y ahora qué hago?


8. Ahora que lo pienso... ¿Podría tratarse de un caso de autismo? Aunque si el niño fuera autista no lloraría para que la madre fuera a por él. No existe, que yo sepa, el autismo exclusivo ¿no?.


9. Menuda gilipollez acabo de pensar.


10. A lo mejor el niño está enfermo y por eso llora. Quizá tenga un cáncer incurable abriéndose paso por alguna parte de su cuerpo.


11. O quizá la madre sea fumadora y ha hecho de su hijo un fumador pasivo, y lo que le pasa al puto Ramón es que tiene mono de nicotina y protesta contra el puritanismo reinante en la guardería.


12. Si esto fuera un examen de Psicoanálisis, podría decir que lo que le pasa al niño es que tiene una relación objetal inadecuada. Podría achacarle una relación fusional, propia de los esquizofrénicos, en la que el niño cree que la madre y él son uno, y cuando la madre se marcha, Ramón se queda muy, pero que muy rayado.


13. Imposible, esto no es Psicoanálisis. Además, la esquizofrenia no se manifiesta hasta la pubertad en caso de que la haya.


14. Bien, recurramos entonces a la técnica del pasado-trágico, que siempre funciona. El niño es muy dependiente de la madre, lo que significa que Ramón solo ha tenido una relación agradable con ella. Quizá el marido es un ludópata que nunca está en casa y los hermanitos de Ramón lo amenazan con cortarle los dedos si no les deja sus juguetes, por lo que la madre es la única que lo comprende. Cuando Ramón llega a la guardería, ve a toda esa gente extraña y tiene miedo, de forma que hasta que su madre no aparece no deja de llorar.


15. ¡Hostia! Va a ser eso. Voy a borrar la parte del padre ludópata, arreglar la redacción y añadirle unos cuantos tecnicismos. Voilà!




Termino el examen y nada más salir de la facultad... ¡¡llueve!! ¿Cómo coño va a llover si hacía un sol de cojones esta mañana y cuando entré para hacer el examen iba por la calle con las gafas de sol porque la situación se mantenía? ¿Por qué llueve ahora?
Pues sí, está lloviendo.


¿Me voy o me quedo? La facultad no es un buen lugar para quedarse, sobretodo rodeada de estudiantes histéricos que comparan sus respuestas al examen con frenesí -¿Es la A? ¡¡Joder, yo he puesto la C!!- pero no me apetece mojarme. Finalmente decido marcharme a casa aunque llueva.
Una compañera de clase me dice:


-Pero tía, ¿cómo te vas a ir a casa desde aquí con la que está cayendo?


Le respondo:


-Pues con dos ovarios.


Y salgo a la calle.




Me está cayendo la de Satán encima y me preocupo especialmente por el agua que me puede caer en los ojos, porque llevo puestas las lentillas y no es muy agradable que te entre agua cuando las llevas puestas.
Solución: No tengo paraguas, así que me pongo las gafas de sol.
Esto ha generado a mi vuelta a casa un montón de miradas curiosas. Eso si que ha sido una relación objetal inadecuada, señorita Melanie Klein, no sus patochadas.


Una vez en casa tengo que estudiar Psicología Sistemática de la Personalidad, y yo me indigno. ¿Cómo coño esperan que entienda la personalidad de otros si no entiendo la MÍA?


¿Conclusión? No hay que fiarse del sol, ni de la Universidad de Sevilla, ni de los estudiantes histéricos que comprueban respuestas, ni de los niños que lloran porque su mamá se va, ni de los psiquiatras porque son unos insensibles, ni de los psicólogos porque son unos charlatanes que no saben dónde va un caso de autismo o uno de adicción, ni de los psicoanalistas que atribuyen todo a relaciones objetales inadecuadas...




Y desde luego, qué hija de puta la madre, ponerle "Ramón" al niño, con la de cosas que rima...



21 enero, 2010

Psicoanálisis Tergi-versado


Relación genital:
Incluye apoyo e independencia. No se necesita estar cerca del objeto.


Rompiendo las barreras del sonido voy,
tambores anunciando el fin del mundo son
latidos que se esc
apan de mi corazón.


Que si el azar nos va empujando hasta el final,
solo habrá casualidad"



Tan lejos, que te siento cerca.
Las noches se hielan cuando tu recuerdo aparece en mi mente
y deseo –anhelo- con todas mis fuerzas
volver a aquellos instantes en que nos amamos
para volver a descubrirte,
para redescubrirte,
para ser junto a ti,
como el recuerdo,
eterna.
(The District Sleeps Alone Tonight)




Relación anaclítica:
En otras épocas se ha establecido una relación muy estrecha con un objeto relevante que ha provocado al sujeto muchas sensaciones placenteras. En el futuro se buscará estar cerca de un objeto, al igual que con el objeto de la época anterior.



De las sombras de tu corazón, fingiré que he sido yo.


Te quiero, pero no sé bien por qué.



He captado las notas
que en tu voz están manchadas por su perfume.
Detén esta farsa ahora,
no te conviertas en mi verdugo
y a mí en la mujer falsa
que finge no saber,
cuando la triste realidad es
que ya sabe demasiado.
Demasiado para sonreír de nuevo,
demasiado para quererte otra vez.
Equivocaste la destinataria de tus poemas.
Ya nada se puede hacer.




Relación compulsiva:
Nos relacionamos con el mismo objeto que no nos satisface, pero hay algo que nos impulsa a ello.



Sumas y restas demonios dentro de palabras.


En mi búsqueda de la felicidad
me vi interrumpida por la metafísica.



Me buscaba entre las líneas de tu fracaso,
pobre de mí, pequeña egoísta.
No solo me equivoqué,
sino que al buscar tu dirección para encontrarte de nuevo
no te hallé y no supe dónde ir.
Te absorbió el código binario,
y en mi vida has desaparecido.
De nosotros solo queda el vacío.
Y si me estrello una, y otra, y otra vez
intentando encontrarte,
intentando hacerte mío,
y por respuesta solo recibo el silencio
valiente cuanto más podré saberme,
cuanto menos, desesperada.
¡¡Mirad, parece sonreír!!
¿No será que es el demonio?
Un chico así jamás debió pasar.
¡Oh, Dios, terrible engaño!




Ambivalente : Amor y odio hacia una misma persona.



La luz se apagó encendiendo a su vez
una estrella que indica el lugar donde pierdes el sueño.


Brindé por el blanco y el negro.




Me despierto.
Hoy te amo y te digo que te quiero.
Un abrazo, lo de menos.
Se regalan besos
y sonrisas en los puestos.
Géiser y maullidos nuevos.
Hoy te he perdonado.
Hoy, eres mi juguete nuevo.
*
Me despierto.
El odio con mi sangre se mezcla.
Quiero que huyas de mí,
¡desaparece!
El corazón enmudece y mira hacia otro lado.
Siento haberme equivocado.
Y te odio, no sabes cuánto.
Y me despierto, y te digo que te amo.
Y me levanto, y te digo que te quiero.




Relación sádica


Y en mi delirio arrastraré todas las cosas buenas.


Dártelo es mi privilegio,
y como te lo doy,
te lo podré quitar.



Te parasito, me parasitas.
Somos dos abominaciones de la naturaleza
y aún lo endulzas, con la astucia
y con la destreza de aquel
que, corrupto, sabe que la mentira
es lo que le queda.
¿Crees que es esto lo que quiero?
Solo dejo pasar el tiempo.
Tal vez el amor me encuentre
y me lleve lejos.




Relación de postausencia
(Relación preobjetal)



Te buscaré mucho más allá de lo que exige el tiempo.


La distorsión es tan real... como mi amor por ti.




Permíteme que esto quede
como testigo de lo que tengo que decirte
en un futuro muy lejano
en el que todo coexiste.
Aún no he inventado la canción adecuada para ti,
ni los versos, ni las letras,
ni los dulces con canela que prepararé
a la espera de que te envenenes.
Aún no sabes mi nombre,
ni cómo queda el cuadro de mi piel
y tus sábanas frías.
Te regalo una manzana.
Deja que hasta tu boca se eleve
y dale un mordisco de esperanza.
¡No soy Blancanieves!
Y, sin ser una Borgia,
me llamo Lucrecia.


Cursiva: Fragmentos de canciones de Iván Ferreiro.

20 enero, 2010

Tristeza, Iván Ferreiro


>


Dártelo es mi privilegio
y como te lo doy,
te lo podré quitar
un corazón no es para siempre
a veces tienes que devolverlo...


-La noche es mágica también, ¿no?-
-Y trágica,
me pasaba las horas
acariciando mi herida
se me iban los días....-


no me pidas que te espere
por que siempre que espero
estoy persiguiendo



Yo intentaba escrutar las estrellas
mientras tu te pintabas las uñas de los pies


sí, te veré surfear de nuevo
con tu traje de sirena
y tu tabla plateada


en una habitación con vista...
con una desconocida que conocí



en mi búsqueda de la felicidad
mi vi interrumpido por la metafísica


escribo sobre ti desde hace mucho
incluso antes de conocerte


y si no te veo aquí
te veré en mis sueños....


tengo mi tristeza siempre ahí
escondida
poniéndose guapa
y cuento con ella
pa que me sepa guiar
mas alla de ti
mas alla de mí


17 enero, 2010

Santo Domingo



La pereza colándose entre las rendijas de las sábanas, abriéndose paso mano a mano con el frío que creaba un entrecruzado de escarcha en su pelo, así comenzaba el día...

Continuaba con la sensación de tenerlo todo hecho aunque aún quedara todo por hacer, la cabeza embotada como si la noche anterior se hubiera gastado cantidades ingentes de dinero en alcohol para mantener la mente ocupada, el sabor insípido de los alimentos, las canciones llenas de polvo embriagando cada poro de piel; la ropa acumulada en el sofá, en la silla, en la cama, en el suelo, en la mesa y en la alfombra, llamando a su dueña a gritos y ésta mirando hacia otro lado, como si no fuera con ella, como si las cinco de la tarde fueran las ocho de la noche y la medianoche, las tres de la madrugada, hasta conseguir amanecer como las lechuzas. Y ni siquiera.

Había más, claro que había más: estaban los folios vírgenes a los que un solo cajón no bastaba para acallar la conciencia, los coches que pasaban bajo la ventana y hacían que ella siempre se preguntara hacia dónde irían, cómo es que tenían algo que hacer; el agua demasiado caliente de la ducha que invitaba al abandono, las uñas malpintadas que lloraban para que las cuidara y las persianas... las persianas grises se transparentaban a través de los cristales de los balcones, siempre acentuando su sombra con la ofensiva luz naranja de las farolas, que se colaba sin compasión ninguna en la casa y que la empujaba con todas sus fuerzas a huir a algún pub de mala muerte, a sentarse en la barra y tomarse una cerveza mientras miles de ojos curiosos la contemplaban con distintas intenciones, pero ninguna lo suficientemente valiente como para acercarse a ella y preguntarle que cómo estaba y decirle que el día era frío, que el dueño de aquella mirada trabajaba en una cafetería cercana, que se podía tomar un café allí cuando quisiera y que si quería un cigarrillo a lo que ella respondería que no, que no fumaba, que ya no era de ésas. Y entonces, aquel individuo que nunca se acercaría a ella adivinaba por casualidad, sin dejar de jugar con el anillo que se enroscaba en su dedo pulgar de la mano izquierda, no se sabe bien si por la forma que ella tenía de curvar los labios al hablar, de cómo miraba fíjamente la espuma que se acumulaba al final del vaso, debido al perfume dulzón y desesperado que desprendía o por haber rozado sin querer sus manos descubriendo que las tenía heladas a pesar de que sus ojos brillaban ardientes, envolviendo a quien miraba en una ígnea inquietud, que se encontraba ante una joven momentáneamente suicida, pero no una cualquiera, sino una joven suicida dominical.

Entonces ella se levantaría de la silla tras darle las gracias y se dirigiría a la salida para mezclarse con la multitud, la mayoría formada por familias de uno o dos hijos que paseaban por el centro en aquella tarde de domingo; la mitad de ellas despidiendo una quintaesencia de incienso que las señalaba como puntuales en la misa de la mañana. Y todos se iban haciendo a un lado, o más bien fuera ella la que iba creando un ángulo que los dividía. El hecho era que se abría brecha entre ellos, quizá así como la que existía en sus mentes sobre aquel día: los que lo cargaban de sentido y la que lo despojaba de todo sentido. O tal vez no lo despojara, simplemente no lo tuviera. O ella no lo encontraba.


Ciertamente, el domingo era para ella el día más gris de la semana.

Puntos de vista





- Eres tan cruel...




- Eres tan insensato...





15 enero, 2010

Por el "who cares?"

Canción en memoria de las tardes absurdas, dedicada a las personas extravagantes y a los bichos que no sean rosas... y a quienes se empeñan en dar la nota porque les importa su opinión y ya está... y por el "who cares?" ¡¡Y por el bicho morado de melena naranja que se lo ha ganado!!

-The question is "what's a "mana mana?"
-The question is... who cares?

13 enero, 2010

Famous Blue Raincoat





Una de mis canciones favoritas para los días de lluvia y nostalgia:




It's four in the morning, the end of December
I'm writing you now just to see if you're better.
New York is cold, but I like where I'm living
there's music on Clinton Street all through the evening.


I hear that you're building your
little house deep in the desert.
You're living for nothing now,
I hope you're keeping some kind of record.


Yes, and Jane came by with a lock of your hair,

she said that you gave it to her
that night that you planned to go clear.
Did you ever go clear?


Ah, the last time we saw you

you looked so much older
Your famous blue raincoat was torn at the shoulder
You'd been to the station to meet every train
and you came home without Lili Marlene.


And you treated my woman to a flake of your life

Aand when she came back she was nobody's wife.
Well I see you there with the rose in your teeth

one more thin gypsy thief.
Well I see Jane's awake --


She sends her regards.



And what can I tell you my brother, my killer

What can I possibly say? I guess that I miss you,
I guess I forgive you, I'm glad you stood in my way.


If you ever come by here, for Jane or for me
your enemy is sleeping, and his woman is free.
Yes, and thanks, for the trouble you took from her eyes

I thought it was there for good so I never tried.


And Jane came by with a lock of your hair

She said that you gave it to her
that night that you planned to go clear --


Sincerely, L. Cohen

12 enero, 2010

Cómo distinguir





La gente se equivoca con la forma en la que se presenta el amor verdadero, por eso se deshacen tantas ilusiones.


El amor verdadero no empieza siendo un ligero cosquilleo cuando ves a esa persona, que va creciendo más y más hasta que lo ves ante ti. El amor verdadero empieza siendo una amistad que te da una hostia en la cara para que veas que se ha transformado en otra cosa. Como lo oyes: te da una hostia, así, sin cosquilleo ni nada. Eso es algo que viene después.



Y esto es lo más cierto que puedo decir del amor.



Debilidades





Sería una mentirosa si no dijera que adoraba observar cómo trataba a los demás. Cómo descargaba su ira en otros, cómo escupía, vilipendiaba, humillaba, desgarraba, atacaba, destruía, maldecía, ignoraba, ridiculizaba, hería, maltrataba, acusaba, insultaba a los que estaban a su lado. Y la forma en la que se quejaba de los demás, cómo señalaba sus defectos sin ninguna piedad.


Esos eran los únicos momentos en los que observaba su debilidad en todo su esplendor, los instantes en los que veía al dios completamente humano. Y deleitándome por sus fallos, era cuando me preguntaba hasta qué punto yo era partícipe de ellos.



11 enero, 2010

4 8 15 16 23 42

Dedicado a mi compañero de habitación con todo mi cariño.
(No es un gran poema, pero me resultó simpático)




A lo mejor escampa, te cae un rayo
salta la rana y corre el gato.
¡No nieva hace 56 años!
menos mal que tengo la manta.



A lo mejor la estufa prende la ropa,
por el suelo se revuelca la ardilla,
las virutas manchan las baldosas,
y desnuda queda la cestita.



A lo mejor los barcos esperan
y tres son los grados que hacen,
comida en la despensa no queda
y las pelusas, en polvo deshacen.



A lo mejor nos quedamos solos
o se acercan malas compañías:
Aire lleno de ruidos sordos,
¡la mugre inunda la cocina!



A lo mejor recojo los libros
y con cariño les meto fuego,
el caos duerme en el altillo
y el casero devuelve dinero.



A lo mejor te tengo miedo
y mi uniforme es el pijama,
si vas de azul a tu trabajo
y yo de rosa sigo en casa,
no pienses que no te quiero:
échale la culpa al grajo.


A lo mejor no hace frío
y levantarse no es una batalla campal,
que la sangre no llegue al río…
¿Nos hemos vuelto locos ya?




07 enero, 2010

¡Arde!



Hoy es uno de esos días de desahogo personal.


He aquí la lista negra de O
dio...:




1. Que pregunten: ¿Por qué no hablas de la Navidad y del Año Nuevo en tu blog como hace todo el mundo?
Respuesta: Porque no soy todo el mundo y porque la Navidad me importa un pimiento. (Ríete, Dickens aunque estés pushing up daisies)


2. Que entren en mi cuarto sin ser yo la que invita. Aunque llamen. Voy a empezar a disparar a quien se le ocurra acercarse a la puerta.


3. Que presenten a Edgar como propiedad de otra persona. ¿En el cuarto de quién duerme? Además, él no es ni puta ni comunista, así que no se comparte.


4. La cabalgata de reyes. Solo precedido en despreciabilidad en mi ránking gracias a los pasos de semana santa (SS, temblad).


5. Que me pregunten en un encuentro casual por la calle hacia dónde voy. Me pone de los nervios. Aunque vaya a comprar pan. Consigue que se dispare inmediatamente mis conexiones neuronales tituladas como "Respuesta aleatoriamente mentirosa".


6. Que muestren excesiva confianza aquellas personas que no la tienen.


7. Los "ya te llamaré", "ya te escribiré", "ya nos veremos".


8. La nata. Odio la jodida nata.


9. Los victimistas. Estoy harta de victimistas.


10. Los me-copio-de-ti-para-hacer-ver-que-soy-original.


11. Las hojaldrinas. ¿Quién quiere hojaldrinas teniendo alfanjores de chocolate?


12. Los regalos por compromiso. Lléveselos al Infierno, muy señor mío. O mejor al cielo, que allí seguro que no tengo plaza reservada.



13. La gente navideña. La misas navideñas. Las películas navideñas. La mierda navideña. P.D.: ¿Sabíais que las Flores de Pascua (además de estar mal llamadas) son venenosas?


14. El SPSS y el R. Y la Estadística. Seguro que la creó algún amante de la normalidad.


15. El "irás y no volverás".



16.(Tenía que ir en amarillo) A Renfe y sus:


"El tren no va a llegar por problemas técnicos, coja éste que llega 2 horas y media más tarde que el suyo",


"Perdone, pero si va con animales tiene que pagar su billete también (y no ocupan asiento)",


"Disculpe que no pueda comprar el billete por Internet, pero es que a las doce cerramos la web porque nos sale de los cojones",


"No, no puedes coger ni un Express ni un Avant para llegar a las 5 de la tarde, gástate el dinero en un hermoso AVE y contribuya a la españolidad"


"No hay billetes para el tren que quieres. ¡¡Sorpresa!!".


Las máquinas expendedoras de billetes, los cafés excesivamente caros, los registradores de rayos X que miran mal por llevar frikadas en la maleta, Atención al cliente, La-zorra-de-la-quinta-taquilla.


17. Los taxista-tortuga.


18. El frío (Tenía que ir en azul).



19. Porque ya mismo los pierdo.


20. Porque ya mismo los gano.



21. Las listas negras de "Odio..."

04 enero, 2010

La noche cordobesa

Llueve, y yo solo tengo un paraguas rojo
para defenderme en la noche de los recuerdos
y del agua, que me ahoga hasta límites insospechados,
mientras me iluminan ráfagas de triángulos equiláteros.


Tengo los pantalones calados,
tal vez, el corazón, no tanto;
e impregnado en mis ropas el olor del tabaco.
Yo no fui,
me deshilachó la ilusión mi locura infantil.


Dame una copa de cerveza ahora,
quizá llegues a entenderme.


Mientras camino por las calles vacías
donde corría, y amaba y gritaba a las estrellas
que eran mías,
me asaltan viejos fantasmas y me comentan
con graznidos de estrepitoso silencio
que estoy sola, que siempre lo he estado
y que nunca lo he sabido.


¿Dónde están? ¡Todos han muerto!
Ni los locales de perversos polvorientos,
ni la saliva privada de tu boca,
ni las gotas de tristeza ya lloradas,
ni la luz de las farolas que se extinguen,
ni las horas consumidas y olvidadas
vienen a mi amparo esta noche.


Solo llueve y siento cómo se empapan mis sueños,
cómo soy una desconocida en calles ya muy usadas.
Y me guiña el ojo el neón con su luz rosada
y pienso en Marzo, en el pianista de Acedo,
en Espido Freire y su reflejo
en el folio de alguna clase olvidada.


Y los cafés de las épocas ya pasadas,
la biblioteca helada y su silencio,
los durmientes en el patio de guijarros,
los bancos de madera en la bóveda blanca
y las tardes en el sofá, anestesiada.


Salí de la ciudad esperando no encontrarla,
y ahora que la he perdido,
deseo reinventarla.


Y estando, como estoy, empapada
me senté en una esquina y me enfrié
bajo la sombra de los naranjos.


Los médicos no pudieron explicarlo
y cometieron un error gravísimo,
difícil de prever:
Se fue la mujer de las calles,
pero las calles se quedaron en la mujer.