28 mayo, 2009



Mis fantasmas se pasean impunes
sin cadenas, ni grilletes,
ni sábanas blancas que les oculten
en su tácito vagar
por las tierras de mi mente.

Mi alma está desgarrada,
se deshilacha poco a poco
y se disuelve lastimera,
haciendo crujir los muelles
de las camas ajadas y polvorientas.

Huele a naftalina en el rincón
y yo rehúyo las telarañas.

Quemarlo todo hubiera sido mejor,
solo quedaba jugar en el desván
con oxidadas muñecas de latón
(Y ser devorada por arañas).

Fundirme en lava,
echar mis cenizas al viento,
convertirme en canción inacabada,
en pura palabra y sentimiento.

Quien espera, desespera
y yo estoy desesperada.

Una mirada de aliento,
una naranja mecánica,
una sonrisa caótica,
una caricia sarcástica.

Se quiebra y se corrompe
con el sucio pasar de las hojas
el candelabro de cobre que reposa en el sofá.

Carezco del tiempo de vida
mientras se extingue la tinta en mi pluma;
me permito rasgar el papel con las uñas
y empezar a sangrar.

Me fumo los minutos
bajo los crisoles de la indiferencia
mientras le concedo un guiño cómplice a la soledad.

Y qué más da que ruede el mundo
y que gire, si estamos atrapados
en nuestro marco preferido
creado con irrealidad.

Me parece hermoso que me odien,
carecer de responsabilidad,
ahogarme entre cerveza,
desatar mis sueños
y dejarlos volar...

¿Y qué me importa lo que diga nadie?
...Ya solo me resta suspirar...

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