20 abril, 2009

Cuento infantil.



Ya se me ha olvidado la fórmula
para llamar a mis enanos por su nombre.
Ahora me he convertido en Blancanieves
y no sé cuál manzana del cesto
es la que contiene la ponzoña.

Quiero dejar claro sin embargo,
que no es que yo naciera perdida,
es que los demás me perdieron.

Yo soñaba con la libertad,
con el poder de hacer del barro una escultura,
pero ahora que tengo las manos mojadas
ya no sé cuál es la forma adecuada
que otorgar a mi realidad.

Me miro en el espejo
pero no está el reflejo que me mira
y me dice con palabras escuetas: estás aquí.
En cambio tengo el silencio de mi mirada
que bebe de los ojos de los demás para aprender cómo se vive
y si hay o no respuesta para el cielo infinito.

Si soy la hoja muerta y desmembrada
de nervios de acero y envés de cristal
no me culpéis porque no vuele más alto.
No recuerdo cómo se duerme en las copas de los árboles
o cómo se le hace cosquillas al búho en la nariz.

Quizá mis respuestas no se encuentren en una hoguera,
tal vez haya que mirar las brasas que han quedado
una vez se han consumido los xilemas con los años.


Escrito a 31 de Mayo de 2008
(Aquí terminó el retozo con "las musas".
A partir de entonces, me embarga una sequía de inspiración
que aún arrastro hoy y sólo se cura bajo circunstancias especiales.
Muy irónico que acabara con un "cuento infantil" esa etapa,
dada mi tendencia a que la imaginación se me dispare con
los relatos)

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