29 enero, 2009

Andanzas de estudiante




La época de exámenes suele ser especialmente perniciosa para la salud de la psique, sobretodo si se alarga más de una semana. El estrés que provoca se ve claramente reflejado en los cambios de conducta de los sujetos, al menos de aquellos que les preocupa el resultado de las pruebas. Es así como servidora se transforma de una persona tranquila y medianamente agradable en una psicótica ansiosa con agravamiento del ya existente aislamiento social del que le gusta disfrutar. Es entonces cuando la mente, más concretamente el neocórtex, se centra en la adquisición de conductas racionales basadas en la supresión de acciones espontáneas autodestructivas o desesperadas (tarea en la cual fracasa estrepitosamente).

Puede observarse a una servidora por la tarde, sentada en la mesa de la cocina-comedor-sala de estar de su piso de la residencia de estudiantes, completamente rodeada de manuales, fotocopias y cuadernos. Hasta aquí, cualquiera pensaría que disfruta con la tarea que realiza, que está centrada en ella y que ha conseguido dominarse lo suficiente para adquirir la concentración necesaria para el estudio, y que por lo tanto, goza de cierta paz de espíritu. Sin embargo, si continuamos prestando atención a la escena durante unos diez minutos, vemos cómo servidora desvía miradas de deseo hacia la despensa, a pesar de que no siente hambre. Al cabo de cinco minutos, está levantada y mirando los artículos de alimentación que se amontonan en ella sin resultado. Cierra la despensa con desdén, como si la hubiera afligido con una grave ofensa. Se dirige al frigorífico y realiza la misma inspección que antes. Termina eligiendo un yogur como método para calmar el ansia. Lo toma en sus manos y se sienta en el sofá dispuesta a disfrutarlo. De pronto, cae en la cuenta de que debería estar estudiando y que al no tener hambre su pequeño saqueo a la nevera no está justificado. Vuelve a sentarse displicente en la mesa de estudio y hunde la cabeza entre los apuntes una vez más. Cuando lleva un par de páginas, se detiene ante la descripción de un experimento que le exige más recursos atencionales y cognitivos de lo debido, por lo que se esfuerza durante unos minutos en comprender el caso con más ahínco del que antes estaba empleando. Cuando ha leído la mitad del experimento, se da cuenta de que le duele la cabeza. Se levanta y da un pequeño paseo hasta la ventana de la sala. La visión que ésta le ofrece es pésima: El interior de cemento de la residencia. A servidora entonces se le antoja pensar que está encerrada en Auschwitz, que a quién demonios se le ha ocurrido diseñar una fachada tan triste de tintes carcelarios. Se sienta en el sofá abatida y se encoge en él. Empieza a inspeccionar la sala con la mirada de quien busca algo inexistente y de pronto, sus ojos se dan de lleno con la cajetilla de cigarros de sus compañeras de piso. El primer impulso que le viene es coger la caja, así que lo hace. Aparece la primera llamada de atención de la conciencia: ¿Se puede saber qué haces con un paquete de cigarrillos en la mano, tú, que no fumas?.
El segundo impulso que le sobreviene es el de dejarlo, pero algo le impide depositar de nuevo la cajita en la mesa. Lo abre y lo inspecciona: queda sólo un cigarrillo. Un sentimiento lastimero la recorre, pero luego vuelve a recordarse a sí misma que ella no fuma, que es todo un acierto que queden tan pocos cigarros y que, de todos modos, si la cajetilla hubiera tenido más de uno no lo habría cogido porque ella no fuma y no se va a convertir en fumadora precisamente ahora que ha dejado atrás (o eso se supone) la adolescencia, esa etapa llena de peligros, de dudas y de inseguridades, en las que se cometen errores estúpidos como la de hacerse polvo los pulmones con cilindritos cancerígenos humeantes. Sin comida y sin tabaco, recuerda que le queda un poco de tinto y dos botellas de cerveza guardadas en su cuarto. Pero no, no va a esquilmar a sus neuronas ahora, que es precisamente cuando las necesita. Tampoco puede practicar sexo, así que sólo le queda un vicio disponible: las uñas. Una a una las va mordiendo, mientras, su ansiedad crece por momentos cuando un terrible pensamiento la asalta: Está desperdiciando su valioso tiempo en idioteces en lugar de estudiar.
Se pone nerviosa, muy nerviosa.
Le entran ganas de que alguien la abrace porque se siente sola y perdida ante la gran cantidad de materia que tiene que procesar, pero el piso está solo. Claro que, mirándolo por otra parte, ninguna de sus compañerasde piso le daría un abrazo.
Finalmente, con los nervios destrozados incapacitándola para concentrarse, abre la ventana, se aleja varias zancadas,toma carrerilla y...










se tira por ella.






















No, ¿verdad?
Pues no.
Pero no dudéis que le gustaría.









Y así se pasa las tardes...





7 comentarios:

Argeseth dijo...

XD
Muy bueno.
Éxito en tus pruebas.
Un beso, sin ansiedad.

Anónimo dijo...

Ánimo, el índice mas alto de suicidios de estudiantes universitarios está entre los de 3er y 4º año de carrera segun un estudio de "meinventolasestadisticas". No seas cutre al hacerlo en el 1º¬¬

Aunque siempre mola llevarle la contraria a las estadisticas y a lo establecido^^

Elvira dijo...

Ahora sólo por eso, pienso tirarme. Hala, jódete con las estadísticas, elemento distorsionador :-p.

Anónimo dijo...

Ahora imagina que en vez de estudiar casos psicológicos fuesen esas ""divertidas"" integrales del libro de cálculo matemático...ahora mézclalo con un mes de sobriedad por culpa de los examenes...ya tienes el futuro suicidio de un pre-ingeniero...benditas ecuaciones diferenciales xDD

Joaquín Jesús dijo...

Bueno, quizás la materia abrume, pero no te digo nada cuando el temario es el de un estudiante de Filosofía, el cual provoca en el sujeto una reflexión atemporal cada vez que lee una línea...el problema es que cuando aterrizas y miras el reloj descubres, asombrado, que llevas un par de horas en tu mundo.

eMe dijo...

Más que cuidado, tendré pavor en cada línea, por la participación que haces en la sociedad y que yo hago en mi utilización del tiempo en este espacio.
Debo hacerte una entrevista-no diálogo-que hablarás de algo en concreto, que alivia mi impresión de mi yo.
Dime sí, tengo el valor de saberlo, consigo ahora el atrevimiento de lectores a encontrarse con lo que te ha elegido para esta vista?
En Bcn, con fotos, y para una revista que te digo en privado-para no hacer publicidad-.

Elvira dijo...

Dime dónde he de ponerme en contacto contigo, Eme.